22 de enero de 2007

DÍA DE PERROS !!!




Hoy estoy sensible, no sé si es por la cercanía de mi viaje " al otro lado del río", y quiero dedicar este post a los seres más nobles que el ser humano conoce y no merece, aveces, su compañía y lealtad. Constan de dos historias auténticas, más quisieran los guionistas de Hollywood escribir algo parecido, que me impactaron sobremanera y creo que también pueden impactar al que lo lea. La primera es de Arturo Perez-Reverte firmado en su Patente de corso semanal y la segunda trata de un hecho que fusilaron en el telediario . salu2 a to2.

EL ASESINO QUE SALVÓ UNA VIDA

Se llamaba Tanis Semielfo. Thantalas, en el lenguaje de los elfos Qualinesti. Llegó a casa de Beatriz, su dueña, en Culleredo, con dos meses cumplidos, desnutrido, deshidratado, lleno de pulgas, enfermo de displasia: una desconfiada bolita gris. Ella lo cuidó sin escatimar vacunas, desparasitaciones, piensos especiales, cien mortadelos mensuales por el tratamiento durante ocho meses. Ya saben. Los que tienen perros lo saben. Noches en vela, sobresaltos, meadillas por aquí y por allá, si no tuviera perro esto no pasaría, tus diarreas por todas partes, cabroncete, y yo partiéndome el lomo para comprarte comida y llegar a fin de mes.

A cambio, lo que también saben los que saben: el misterio leal de sus ojos, su presencia callada a los pies de la cama, su fuerza tranquila, el trueno del vozarrón perruno, su pataza torpe apoyada en tu brazo pidiendo una caricia, su trufa húmeda y fría, sus miradas de consuelo. De adoración. Si alguien mira a Dios, piensas, sin duda debe de mirarlo así. También colmillos, por supuesto. Diecisiete meses después, la bolita asustada y enferma pesaba cincuenta y cinco kilos, con setenta y dos centímetros a la cruz, y una boca en la que cabía la cabeza de un niño. Es un perro asesino, le dijeron a su dueña. Un Fila Brasileño. No vivirá mucho, porque tiene el hígado enfermo; pero, mientras tanto, cuidado con él. Mata. Su dueña tuvo mucho cuidado. También quiso saber más.

Investigó, reconstruyendo la siniestra biografía genética de su perro. Naturalmente, a ella no podía ser ajena la mano del hombre. Tanis era un perro hecho para el combate, un guerrero antiguo con una estirpe gladiadora tan vieja como la Historia: el Canis Familiaris Inostranzevi, el moloso persa, griego, asirio, el onzeiro, el cabezudo, el boiardeiro brasileño. Hace dos mil años, sus antepasados destripaban leones y gladiadores en el Coliseo de Roma, acompañaban a las legiones de César, cuidaban su ganado y despedazaban bárbaros con idéntica eficacia; y todavía hace siglo y medio, sus descendientes cazaban esclavos para los blancos en las selvas amazónicas. Por eso los cachorros Fila tienen ojos de viejo, y alma llena de costurones, y mirada resignada, hecha de siglos, de sangre y de fatalidad -su dueña me dijo que los ojos glaucos de Tanis le recordaban al capitán Alatriste-: el hombre los hizo asesinos, y lo saben. Sin embargo, cuando tienen amo no hay lealtad comparable a la suya.

Los Fila, como casi todos los perros, son fieles súbditos de reyes que no los merecen: luchan en guerras que no son suyas, dejándose matar a cambio de una palabra, una caricia o una mirada. Nadie ama como ellos aman. Nadie tocará al dueño mientras sigan en pie, luchando. Hablo de esos mismos dueños que luego, cuando los perros están viejos, enfermos o inválidos -a veces por obedecer sus órdenes- los abandonan, los envenenan, los echan a un pozo o los ahorcan. Eso era Tanis: un sicario. Una pistola cargada y amartillada en manos de los hombres. Uno de esos perros que, cuando el amo baja la guardia, salen en los periódicos y en el telediario, convertidos en criminales por la estupidez o crueldad del dueño, porque la naturaleza tiene extrañas oscuridades, o simplemente porque, en un mundo lleno de gente desquiciada, es lógico que se desquicien los animales. El caso es que, un día, Tanis, el asesino al que los vecinos, con toda la razón del mundo, miraban con recelo y miedo, paseaba por el parque junto a su dueña, entre niños jugando y mamás sentadas en los bancos. De pronto, un pastor alemán que estaba cerca -a diferencia del Fila, y en principio, el Pastor Alemán es un ciudadano libre de toda sospecha- atacó a un niño de tres años llamado Martín.

Por las buenas. Directamente a la garganta. Entonces Tanis Semielfo, Thantalas en el lenguaje de los elfos Qualinesti, voló sobre la hierba. Todo el mundo, dueña incluida, creyó que se sumaba a la matanza. Pero no. Se fue derecho al otro perro, fajándose con él a dentelladas. Sangre, colmillos y jadeos: un alarde profesional, resultado de siglos de adiestramiento. Y no lo degolló allí mismo porque el pastor alemán se largó con el rabo entre las patas. El niño, derribado en mitad de la refriega, lloraba entre los gritos histéricos de su madre. Y entonces el perro asesino, cojeando con una pata lastimada y en alto, fue a tumbarse panza arriba, junto a él, para que le acariciara la barriga.

CANELO EL PERRO DEL CALLEJÓN

A la puerta de la Residencia hace siete meses que está "Canelo", esperando a su dueño y escribiendo la más bella copla de amor entre los hombres y los perros. Cuando su dueño estaba enfermo y necesitaba hacerse diálisis diariamente, "Canelo" lo acompañaba hasta la Residencia. Hasta que un día su dueño se agravó, quedó ingresado, y no salió más, ni acarició ni le habló más a aquel chucho que lo esperaba lealmente a la puerta del hospital. Desde la muerte de su dueño, hace siete años que el fiel "Canelo" está allí, solitario, desamparado, esperando que el dueño vuelva, guardándole memoria.
Los laceros de la perrera municipal cogieron un día a "Canelo", porque hubo uno que lo denunció, diciendo que había atacado a su perro. Se movieron los trabajadores de la Residencia y los amantes de los animales y pidieron el indulto de "Canelo" como los pañuelos blancos de una plaza reclaman la vida de un animal bravo y noble

Quince años se ha llevado Canelo viviendo en las cercanías del hospital, siempre esperando a su dueño, hasta que en el pasado mes de diciembre le llegó la misma muerte que a su amo. A Canelo lo atropelló un coche. Naturalmente que el coche de un turista. Ningún conductor de Cádiz, conociendo a Canelo, hubiera dejado de parar su coche para ceder el paso a un ejemplo de sentimientos en forma de perro. La muerte de Canelo fue llorada por todo Cádiz, y hasta el coro "Cine Caleta" le dedicó un tango memorial y memorable, en la solemnidad carnavalesca del Gran Teatro Falla. Ahora, el Ayuntamiento, por iniciativa de grupos vecinales y ecologistas, ha acordado dedicar a Canelo una calle. No una calle cualquiera camino de cualquier parte, sino el mismo callejón cercano al Hospital Puertas del Mar donde se llevó quince años esperando a su amo. Dando ejemplo a los humanos. ¿No se dedican las calles a los héroes, a los personajes ilustres? ¿Por qué no van a ser dedicadas a estos heroicos, ilustres y nobles perros, como Canelo? Poner una calle al perro Canelo es una forma de perpetuar un ejemplo que debería ser imitado por los hombres

1 comentario:

Unknown dijo...

jo cariño cuando te pones sensiblero no hay quien te gane...pero como a mi me gustan mucho los animales pues me mola tu rollo pollo(el señor reverte se quedaría pasmao ante mi capacidad de expresar sentimientos)...besitos