HISTORIAS DE LA PUTA MILI

Él se encontraba en la cantina de la piscina, como solía pasar a esa hora de verano igual que en los últimos treinta años. Nico le había servido una cocacola bien fresca que le recordaba a aquellos viejos tiempos que se tomaba una cerveza helada con los compañeros, casi todos de escalafón inferior, en los barracones de la base militar de Cartagena.
Desde que se jubiló no había vuelto a probar la cerveza ni pizca de alcohol, no le acompañaban ni el físico ni las ganas. Empezaba a ver los vicios como algo perteneciente a la juventud de ese momento: porreros, alcoholicos, yonquis, etc...
En este mismo conjunto de bloques había muerto suficiente gente joven antes de tiempo para darse cuenta que los tiempos que corrían no eran aquellos en los que uno se podía tomar una buena cerveza acompañado de los amigos. Esos amigos, que como uno mismo, morirían antes de no saludar a una vecina o de no ceder el asiento del autobús a quien de verdad lo necesitase. Gente de valor, con principios y moral. El único vicio que le acompañaba era el fumar, cosa de la que había intentado prescindir sin éxito; WINSTON era su marca.
Después de un trago corto a la cocacola, sacó la cajetilla roja, y cuando se disponía a sacar un cigarrillo escucho una voz juvenil que espetaba: "eh!, dame uno de esos". Levantó la pesada cabeza, que remataba un cuerpo grande, casi lo opuesto de atlético, con poco pelo y sudorosa, observó a un chaval de 19 o 20 años, delgado, el pelo cortado a trasquilones y tintado de rubio en las puntas, sin camiseta y unos deportivos chillones que por la pinta parecían bastante caros, pero no bonitos.
Después de unos segundos sin reacción por la sorpressa, le dijo: "VEN AQUÍ POLLO" ,COMO LE SOLÍA LLAMAR A LOS NUEVOS RECLUTAS EN EL EJÉRCITO, "ESCUCHAME" , esperó a que el chaval se acercase y lo mirase a la cara con mirada extraña pero expectante, y acto seguido dijo "EL QUE NO FUMA YERBA FUMA MIERDA" , acto seguido remató: "ALE, YA TE PUEDES LARGAR"
Se enchufó el cigarro delante de la cara atónita del oponente, le dió un trago a la cocacola que todavía seguí fresca y observó con una sonrisa en la cara como el tiñalpa se daba la vuelta y se largaba conel rabo entre las piernas.